sábado, 19 de noviembre de 2011

¡Huele a Cuba!

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Hay olores que no se "desarraigan" por mucho que una insista. Así como tampoco deseos de escribir en mi blog, por mucho que el exceso de trabajo conspire en su contra. Es lo que no entienden los infelices que caen por aquí a cada rato, vomitando comentarios con los que creen van a quitarme las ganas de escribir, "intimidándome" a su estilo y costumbre. No acaban de entender que esos comentarios van de fly para la carpeta de Spam y que logran todo lo contrario, además de que me hacen reir a carcajadas: hace rato soy inmune a ellos...

Pero retornando al tema de los olores, resulta que a miles de kilómetros de la isla y por más de una década adaptando mis sensores olfativos a los olores teutones, el tema Cuba no escapa por completo ni en ese aspecto. Ayer mismo, cuando mi hija entró a la casa, lo primero que hizo fue gritar: ¡Huele a Cuba!

Dime tú, ¡que huele a Cuba! Aspiré por la nariz tratando de concentrarme. Olía a cloro. Es de un spray que tenemos para echar debajo de los marcos de las ventana del cuarto más al este. Con eso contrarrestamos la humedad que se concentra allí, más en estos días fríos donde no abrimos con frecuencia esa ventana.

Que olía a Cuba...

- ¿Cómo es eso que "huele" a Cuba? -le pregunté a mi hija.

- Sí, mami, así olía cuando nos bañamos en aquello grande donde yo me metí debajo del agua -me respondió.

- ¡Ah, ya entiendo! Tienes razón, mi niña -asentí.

La última vez que fui a Cuba, en el 99 2009 (la dictadura ya no me deja entrar, viola descaradamente mis derechos), la niña tenía cuatro años. Un día fuimos un rato a una piscina, donde trabajaba un amigo.

Las piscinas claro que huelen a cloro.

La niña "olía Cuba" más de dos años y medio después, en mi misma casa...

Intenté recordar cuándo fue la última vez que yo "olí Cuba" aquí en Alemania. Enseguida lo recordé: hace una semana atrás, cuando íbamos en el carro, a paso de jicotea producto de un tranque y detrás de una furgoneta que promovía consoladores y otros juguetes sexuales, olía a Cuba dentro del carro: el petróleo quemado se nos metía por las hendijas de la calefacción y yo recordé las calles de la Habana, enseguida.

- ¡Huele a Cuba! -fue lo que le comenté a mi esposo ese día.


[Nota unas horas después...
La última vez que visité la isla fue en el 2009 y no en el 99, como escribí sin darme cuenta. Fue en el 99 que "salí" de Cuba.]

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