lunes, 28 de noviembre de 2011

Colchones: pasado, presente y futuro

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"Pasado destruido", La Habana, 2009.

Mis hijos saltando en el colchón de mi cama me recuerdan a Cuba. Con cada salto me vienen a la mente los míos cuando niña pero en el colchón de mis abuelos. Mi hermano y yo nos divertíamos muchísimo; mi abuelo paterno reía de lo lindo y nos regalaba complicidad. Unos pocos segundos bastaban. Más no eran posibles: aparecían los "¡Pero bájense de ahí que van a romper el colchón y después no hay más!".

En efecto, los muelles del colchón se dislocaban y mis abuelos sufrían después las incomodidades. Llegó a deformarse tanto, por el uso y el desuso, que mi hermano y yo le pusimos "el camello", por las jorobas que lucía aún con la sobrecama encima. El camello no era tan joven, llevaba décadas prestando su servicio elemental.

Y colchones no vendían cuando aquello. No los había (le hablo-escribo de los años 70). Para reparar en alguna medida los de la casa, había que esperar a que apareciera el pregonero que, algún que otro domingo en el año, pasaba cantando su oferta de reparador de colchones. "¡Apúrate, sale y dile que espere, apúrate muchacha que se nos va!". No era caro para los precios actuales, pero tampoco abundaba el dinero para pagar tales reparaciones.

Con el tiempo, desaparecieron los pregoneros. Y los buenos colchones, también. Al camello se le terminó su tiempo útil: algo de su guata se usó de relleno en otro colchón, pero más chico y menos duradero. Yo nunca entendí cuando aquello cómo era que mis abuelos aún usaran muebles, objetos y colchones de dos generaciones antes que ellos, y que un colchón "fabricado" en mi generación no durara útil ni una década. ¿Cómo era eso posible, por qué ahora nunca salían "buenos"?

Colchones no son trampolines pero yo casi hubiera podido decir que la calidad de un país se debía medir por la calidad de sus colchones (mi padre dice que la de las cerillas de fósforos). El estado en que se encontraba el camello no daba para mucho más, los pocos saltos míos y de mi hermano quizá le apuraron el fin en una semana, no más. Recuerdo ahora una frase de una entrevista de Antonio Rodiles cuando (no sólo) de colchones en Cuba se trata: "A los cubanos se les ha dado la posibilidad de traficar sus miserias".

La prosperidad llegará a Cuba en algún momento, eso espero. Y no será durante el gobierno que la ha mutilado. Con cada salto de mis hijos, en mi amplio colchón de un IKEA de Berlín, recuerdo el pasado y hallo las respuestas a todas las interrogantes que me hice cuando niña. No sólo cuando niña. Y pienso también en el futuro.


[Sobre la foto que encabeza este post:
Es del Vedado, ahí viví cuando niña. Visité el lugar 30 años después. Desde la acera, ni la humedad ni el churre ni los pedazos caídos me hicieron olvidar mis recuerdos del pasado.]
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